EL ENIGMÁTICO CONDE DE SAINT GERMAIN


Hacia finales del año 1745, Londres estaba plagado de espías en todos los sentidos. Fue el año en que Carlos Eduardo Estuardo, desencadenó una rebelión en un intento de recuperar el trono británico para su padre. A pesar de que la causa jacobita había sido derrotada, se temía que los conspiradores jacobitas y sus simpatizantes franceses pudiesen estar ocultándose en Londres. Uno de esos sospechosos que fue arrestado y acusado de estar en posesión de cartas que apoyaban a los Estuardo.
El detenido, muy indignado, sostuvo que aquellas cartas se las endosaron, el tribunal le creyó, y fue liberado.
Comentando el caso en una carta dirigida por Horace Walpole escribió a Sir Horace Mann:
“El otro día detuvieron a un hombre extraño que se hace llamar conde de Saint-Germain. Ha estado aquí estos dos años, pero no dice a nadie ni quién es ni de dónde viene. Admite sin embargo que éste no es su verdadero nombre. Canta y toca el violín magníficamente, está loco o no es muy sensato.”.
Posiblemente, el único retrato conocido de Saint-Germain.
El comentario de Walpole describe con gran acierto a uno de los personajes más extraños de la alta sociedad del siglo XVIII: un hombre al que el conde Warnstedt le calificó de charlatán, loco, estafador y timador, mientras que su mecenas, el príncipe Carlos de Hesse-Cassel, le consideraba una persona importante, una de las más sabias que jamás han existido.
El primero de los escasos datos históricos acerca del conde de Saint-Germain se remonta al 1740; un elegante hombre de unos treinta años comenzó a frecuentar los ambientes selectos de Viena. Su vestimenta llamaba la atención en aquella época cuya moda actual era colorista y fantasiosa, puesto que vestía normalmente de negro con la única excepción de los cuellos y puños que iban en lino blanco. La sobriedad de su vestimenta, sin embargo, contrastaba notablemente con el brillo  de los diamantes que llevaba en los dedos, en la faltriquera del reloj, la cajita de rapé, la hebilla de los zapatos… Según informaciones posteriores, también llevaba puñados  de pequeños diamantes sueltos en lugar de dinero.
En Viena conoció al mariscal francés Belle Isle, que había sido herido de gravedad durante una campaña en Alemania y esta muy enfermo. No se sabe cual era realmente la dolencia ni la naturaleza de la gravedad, pero según el mariscal fue el conde de Saint-Germain quién le curó.
Como agradecimiento se lo llevó a Francia poniendo a su disposición unos apartamentos incluso un laboratorio bien equipado.
El hecho fundamental de la vida del conde después de su llegada a París sí es bien conocido, pero son en los detalles que ignoramos los que confieren a su vida un misterio, un enigma permanente.
La leyenda empieza poco después de la llegada del conde a París. Según las memorias encontradas con el pseudónimo “Condesa de B.” tituladas con el nombre de “chroniques de l´oeil de boeuf” nos cuenta: “Una noche el conde acudió a una fiesta organizada por la anciana condesa Von Georgy, cuyo difunto marido había sido embajador en Venecia por los años 1670. Al oír que anunciaban al conde, la condesa me dijo que recordaba el nombre de cuando estuvo en Venecia. ¿Acaso el padre del conde estuvo allí por aquella época? No, contestó el conde, él mismo había estado allí, y se acordaba muy bien de la condesa: una hermosa y joven muchacha. Imposible, replicó la condesa. El hombre que ella conoció entonces tenía por lo menos 45 años, aproximadamente la misma edad que el conde tenía en aquel momento en la fiesta. “Madame”, dijo el conde sonriendo, “yo soy muy viejo”. “Pero entonces usted debe tener casi 100 años”, exclamó la condesa. “No es del todo imposible”, replicó el conde, exponiendo algunos detalles que convencieron a la condesa, la cual exclamó: “Me ha convencido. Es usted un hombre extraordinario, un demonio”. “¡Por el amor de Dios!, exclamó el conde con voz de trueno. “¡No pronuncie estos nombres!”  Le sobrevino un temblor por todo el cuerpo, y abandonó la sala inmediatamente.”
Muchas historias parecidas circularon (y fueron creídas) en los ambientes de moda franceses durante los primeros años en que el conde fue famoso. Afirmaba, por ejemplo, que había conocido íntimamente a la Sagrada Familia, que había asistido a las bodas de Caná, y que siempre supo que Cristo tendría un mal final. Sintió particular admiración por Ana, la madre de la Virgen María, y había propuesto personalmente su canonización en el primer concilio de Nicea, en el año 325.
Saint-Germain aseguró haber estado presente en las bodas de Caná.
En París el conde fascinó muy pronto al aburrido Luis XV y a su favorita, madame de Pompadour. Quizá nunca se sepa la verdad de sus dos años de estancia en Inglaterra antes de su arresto en 1745, es muy posible que se le hubiese confiado una misión secreta. A su regreso a Francia realizó para el rey varias gestiones políticas delicadas.
En 1760 el rey Luis envió al conde de Saint-Germain a La Haya como representante personal, con la misión de negociar un préstamo con Austria para financiar la guerra de los sietes años contra Inglaterra.
Mientras estaba en Holanda el conde se enfrentó con su antiguo amigo Casanova, también embajador en La Haya, quién se esforzó, sin éxito, para desacreditarle en público. Sin embargo Saint-Germain se ganó también un enemigo más poderoso.  El duque de Choiseul, ministro de Asuntos Exteriores del rey Luis, descubrió que el conde  había hecho sondeos con la intención de firmar la paz entre Inglaterra y Francia. El conde tuvo que escapar, primero a Inglaterra y luego a Holanda.
Durante dos o tres años vivió en Holanda bajo en el nombre de conde de Surmont, dedicándose a recoger dinero para construir laboratorios en los que fabricaba pinturas y colorantes, tratando además de perfeccionar las técnicas de alquimia.
Al parecer tuvo éxito, puesto que desapareció de Holanda con 100.000 florines aunque sólo para reaparecer en Bélgica, esta vez haciéndose llamar marqués de Montferrat. Allí en Tournai, puso en marcha otro laboratorio antes de desaparecer de nuevo.
En el transcurso de los años siguientes se sucedieron las historias procedentes de varios lugares de Europa acerca de las actividades del conde. En 1768 apareció en Rusia en la corte de Catalina. Turquía acababa de declarar la guerra a Rusia, parece ser que su habilidad como diplomático y conocedor de la política francesa le ayudaron a mantenerse en buen lugar, puesto que al cabo de poco tiempo fue nombrado consejero del conde Alexéi Orlov, jefe de las fuerzas imperiales rusas. Como recompensa fue nombrado oficial de ejército ruso, eligiendo en esta ocasión un nuevo e irónico alias: general Welldone (traducido significa “bien hecho”). En este punto podría haberse establecido en Rusia y llevar a cabo una vida honorable y provechosa, pero después de la derrota de los turcos en Chesmé (1770) decidió partir.
Madame de Pompadour, quién trató con el conde.
En 1774, apareció en Nuremberg, intentando obtener fondos de Carlos Alejandro, margrave de Brandemburgo, para instalar otro laboratorio. Esta vez pretendió ser el príncipe Ràkoczy, miembro de una familia de tres hermanos en Transilvania. Al principio el margrave estaba impresionado, especialmente cuando el conde Orlov visitó Nuremberg con ocasión de una visita de Estado y abrazó al “príncipe” efusivamente. Sin embargo, al hacer comprobaciones el margrave descubrió la identidad de Saint-Germain. El conde no intentó desmentir nunca la acusación, pero consideró prudente emigrar, cosa que hizo en 1776.
Aunque el duque de Choiseul afirmaba que Saint-Germain había trabajado como agente doble para Federico el Grande, una carta del conde de Saint-Germain a éste pidiéndole su mecenazgo no obtuvo respuesta. Sin perder los ánimos el conde se trasladó a Leipzig, presentándose ante el príncipe Federico Augusto de Brunswick como francmasón de cuarto grado. Esta acción era muy arriesgada, puesto el príncipe Federico era el gran maestre de las logias masónicas prusianas, pero al  conde de Saint-Germain pocos podían comparársele como embustero y embaucador: por regla general sus historias de fondo soportaban un escrutinio detallado. Esta vez, sin embargo, no consiguió su propósito. El príncipe declaró que no era masón, lo que el conde replicó sin mucha vehemencia que sí lo era, pero que había olvidado todos los signos secretos.
Saint-Germain, ¿Era franmasón?.
En 1779, el conde de Saint-Germain fue a la última residencia que se le conoció, en Eckenförde, Alemania. Era un hombre viejo, probablemente con  algo más de sesenta años, aunque como es natural pretendía ser mucho más viejo. Parte de su encanto superficial había desaparecido, y al principio no logró impresionar al príncipe de Carlos de Hesse-Cassel, pero muy pronto este se quedó cautivado, al igual que sus predecesores.
Por esta época Saint-Germain, que según todos los indicios se había mostrado muy insolente respeto a la iglesia católica, tenía ideas marcadamente  místicas. Al príncipe Carlos le dijo lo siguiente: “…Sé la antorcha del mundo. Si tu luz es únicamente la de un planeta, no serás nada a la vista de Dios. Reservo para ti un esplendor para el que la gloria del Sol es una sombra. Guiarás el camino de las estrellas, y los que gobiernan los imperios deberán ser guiados por ti…”
Documentos de París demuestran que el conde de Saint-Germain murió en 27 de Febrero de 1784 en la residencia del príncipe Carlos, en Eckenförde. Fue enterrado allí, y su último mecenas le erigió un monumento funerario con la siguiente inscripción:
La alquimia formaba parte de su vida.
“Aquel que se hacía llamar conde de Saint-Germain y Welldone, y del que no hay otras informaciones, Ha sido enterrado en esta iglesia”

¿Estaba muerto de verdad el conde? Hay pruebas que se apareció a un cierto número de personas durante los años 1784 y 1820; algunos ocultistas creen que todavía está vivo. El misterio ha sobrevivido y se ha hecho más profundo durante los dos siglos transcurridos desde su supuesta muerte.
¿Quién era realmente este personaje? ¿Qué se ocultaba tras su vida?
El misterio que rodea al conde de Saint-Germain se vuelve aún más profundo a causa de la incertidumbre que, incluso hasta hoy, ha rodeado sus orígenes. Una versión afirma que nació en 1710 en San Germano, y que era  hijo de un recaudador de impuestos. Eliphas Levi, famoso ocultista del siglo XIX, afirmaba que Saint-Germain había nacido en Lentmeritz a fines del siglo XVII, y que era hijo bastardo de un noble rosacruciano. La fecha es verosímil,  y estos antecedentes explicarían la fuerte inclinación del conde por el misticismo, así como sus formidables talentos, aunque no fueran propiamente poderes en el sentido paranormal de la palabra.
Poseía, por ejemplo, un auténtico don para los idiomas: se sabe que hablaba con fluidez francés, alemán, inglés, holandés y ruso, incluso el mismo llegó a afirmar que dominaba el chino, hindú y persa, aunque no está probado estos últimos para afirmarlo.
En la carta de Horace Walpole escribió que era un músico maravilloso, como también era pintor, aunque no encontramos algún cuadro suyo.
Existen muchas pruebas de que Saint-Germain era joyero, y muy experto. Se dice que reparó un diamante a Luis XV y quedó encantado con la reparación.
También conocía muy bien todas las ramas de la química; muchos laboratorios que instaló en Europa con dinero prestado estaban, aparentemente, dedicados a la producción de pigmentos y tintes mejores y más brillantes, pero también los dedicaba al estudio del ennoblecimiento de los metales: la alquimia.
Saint-Germain también era un reputado curandero, además de curar al mariscal mencionado anteriormente, revivió a una joven amiga de madame de Pompadour, cuando un envenenamiento por setas casi pierde su vida.
El conde tenía fama de no comer nunca acompañado, se sentaba y bebía agua mineral mientras a su alrededor todos se daban el atracón. Esto sólo puede haber acrecentado su misterio. Giacomo Casanova, dijo de él:
“En vez de comer, desde el principio hasta el final de la comida y yo seguí su ejemplo, sólo en un sentido, ya que no comí sino que le escuché con la mayor atención. Puede decirse sin temor a equivocarme, que como conversador no tenía igual”
Según el diario de Maria Antonieta, ignoró la predicción de la revolución por el conde.
Quizá, como indica C. Wilson en su obra The occult, que Saint-Germain puede que fuera simplemente vegetariano, en aquella época, las comidas de sociedad estaban plagadas de todo tipo de carnes, por ello no comía de esas mesas.
El verdadero misterio que siguen rodeando a la leyenda de Saint-Germain es la forma en que obtuvo esos conocimientos especializados. Los seguidores del conde en el siglo XIX insistían en que ya los poseía la primera vez que apareció en la corte francesa en 1740, pero es probable que los hay adquirido durante su larga vida; después de todo vivió al menos hasta después de los sesenta.
No todos los contemporáneos de Saint-Germain quedaban impresionados por sus talentos, por ejemplo, Casanova, que lo conoció en La Haya en misiones diplomáticas, lo consideraba un charlatán, un texto del propio Giacomo Casanova cuenta: “…Este hombre extraordinario, destinado a ser por naturaleza el rey de los impostores y los curanderos, era capaz de decir de forma simple y confiada que tenía trescientos años, que conocía el secreto de la medicina universal, que dominaba la naturaleza, que podía disolver diamantes, afirmándose capaz de formar, de 10 a 12 diamantes pequeños, uno de la mayor transparencia.
Todo esto, decía, era una bagatela para él. A pesar de sus jactancias, sus descaradas mentiras y sus numerosas excentricidades, no puedo decir que lo encontrara ofensivo. Pese a que yo sabía quién era, y pese a mis propios sentimientos, pensé que era un hombre asombroso…”
En 1777, el conde de Alvensleben, embajador de Prusia en la corte de Dresde, y hombre que conocía muy al conde Saint-Germain, escribió: “…Es un hombre muy dotado, con una mente muy despierta pero totalmente carente de juicio, y se ha ganado su singular reputación por medios de las adulaciones más viles de que es capaz un hombre y por medio de su notable elocuencia, especialmente si uno se deja llevar por el entusiasmo con que se expresa. Una vanidad poco común es el resorte que domina todos sus mecanismos…”
Muchas de las historias acerca de Saint-Germain que dieron lugar a estas actitudes escépticas no provienen del conde, como revelaron las investigaciones de Gustav Berthold Volz en la década de 1920, sino de un impostor llamado Gauve. Ese personaje, Gauve, estaba al servicio del peor enemigo del conde, el duque de Choiseul, a quien a causa de los celos que le inspiraba el conde, no se detenía ante nada con tal de desacreditarlo. Su estratagema consistía en que Gauve, que se parecía muchísimo al conde, solía presentarse en sociedad exagerando las debilidades conocidas de Saint-Germain.
No todo el mundo cree que el conde haya muerto. Aunque en los archivos de la parroquia de Eckenförde está registrada su muerte, la leyenda de que seguía vivo nació casi inmediatamente.
Saint-Germain fue visto con Cagliostro.
El último protector del conde, el príncipe Carlos de Hesse-Cassel, incrementó el misterio que rodeaba a su muerte quemando todos sus papeles, “para que no fueran mal interpretados”, mientras uno de sus seguidores de Hesse-Cassel transmitió la noticia de que no había muerto, sino que había aparecido en París y predijo el estallido de la revolución francesa a María Antonieta, quien esta lamentó en sus diarios no haber tomado en cuenta lo que le había dicho Saint-Germain. Hizo otra aparición, observada por mucha gente en 1785, en Wilhelmsbad, un año después de la supuesta muerte, acompañado, según se dijo, por el mago Cagliostro, el hipnotizador Antón Mesmer y el filósofo Louis Claude de Saint-Martín.
En 1789 se presentó en Suecia para advertir al rey Gustavo III de un peligro, y visitó  a su amiga madame D´Adhemar, que anotó esta, como María Antonieta, en su diario, que seguía aparentando 46 años, y le dijo que la vería cinco veces más. La última ocasión que le vio fue la noche anterior al asesinato del duque de Berry, en 1820.
La leyenda sigue viva, el emperador Napoleón III (1808-1873) estaba tan intrigado por la historia que nombró una comisión especial para investigar la vida y los actos del enigmático conde. Los hallazgos de la comisión quedaron destruidos en el terrible incendio que arrasó el Hôtel de Ville de París en 1871, hecho que los seguidores del conde no atribuyen a la coincidencia.
R. Chanfray ¿ Saint-Germain?
Pocos años después, la sociedad teosófica de madame Blavatsky, anunció que Saint-Germain era uno de sus maestros ocultos junto a figuras como Jesús, Buda, Apolonio de Tiana incluso Francis Bacon. Se dice que el grupo se trasladó a París después de la derrota nazi, convencidos de que el conde lo encontrarían, pero por lo visto no apareció.
Sin embargo la leyenda de esta enigmática figura sigue viva. En el año 1972, un parisino llamado Richard Chanfray apareció en la televisión francesa asegurando que era el conde de Saint-Germain, que era un alquimista capaz de cambiar el plomo en oro, y que tenía el elixir de la vida. Lo consideraron un farsante, y  en el último suspiro, falleció en Julio de 1983, aseguró que todo lo que hacía era cierto, tanto la trasmutación como la resurrección. ¿Volverá a aparecer el conde? El tiempo no hace más que incrementar el misterio que rodea a este enigmático personaje: el conde Saint-Germain.
Desde nuestro punto de vista creo que fue un personaje, adelantado en la época, bastante inteligente para ser capaz de engañar con sus historias llenas de fábulas a los personajes de la alta sociedad, recordemos que estos no se rodean de ignorantes, se supone que son mas o menos lo suficientemente preparados para asumir cargos, es lo más sorprende en la capacidad que tenía del engaño, de hacer creer a todo el mundo que era un personaje extraño y excéntrico.  Puede que haya sido un hombre culto, que llenaba la mente con lectura de cientos de libros que pudieran caer en sus manos, tanto de filosofía, como ciencias ocultas,  geografía, religiosos,incluso de idiomas. Esos conocimientos autodidactas fueron los que le llevó a las altas esferas en diferentes lugares de Europa. Su leyenda se agrandó, con los relatos de boca en boca, que han ido transformándose hasta llegar a nuestros días totalmente desfasados, incluso muchos, especialmente en la década de 1970 a 1980, surgieron ciertos pseudo-personajes asegurando ser el propio conde o ser descendiente. El caso más conocido fue el de Richard Chanfray, que acudió al conocido programa que presentaba José Mª Iñigo, "Direcctísimo", dónde parece ser que en su show cambió el plomo en oro ante ojos de los espectadores, cámaras y expertos químicos. Pero, ¿Cuál fue la conclusión sobre este alquímico experimento? Entonces se aseguró que sí logró transformar el plomo en oro. ¿Seguro?.


Os dejo una emisión de radio presentada y dirigida por Antonio Jesús López Alarcon, dónde nos contará más cosas interesantes acerca de este misterioso personaje, un espacio dedicado al conde de Saint-Germain que, con la voz de Mº José Pérez Jover, nos acercará un poco más sus leyendas y enigmas en "El candil insólito".


                                     http://www.ivoox.com/candil-insolito-2x04-audios-mp3_rf_1446752_1.html