UNA MUJER EN EL TRONO DE LA CRISTIANDAD


¿Existió la "papisa Juana"? ¿Quién fue la "papisa" Juana?
Castillo de Sant Angelo, en cuyos muros interiores esconden mucho secretos
Por bien documentada que parezca, la existencia de la papisa Juana podría no ser más que un mito. pero la verdadera historia de su posible inspiradora resulta casi tan apasionante como la leyenda...


Una extraña fábula circuló seiscientos años después de que el papado  se apoderara  del poder temporal: una mujer se habría sentado en el trono de San Pedro que habría reinado con el nombre de Juan. El primer esbozo literario de esta fábula se remonta al siglo XIII. El carácter escabroso de la anécdota le aseguró una duradera posteridad: fue admitida por todo el mundo, hasta  por Petrarca y Bocaccio. Pero incluso mucho después de la Reforma, católicos y protestantes seguían creyendo en la existencia de la “papisa” Juana.
En 1600 el busto de Johannes VIII, fémina ex Anglica seguía figurando entre  los bustos pontificios que adornan la nave principal de la catedral de Siena (Italia). Los detalles precisos que adornaban la historia del papa de sexo femenino eran tantos que nadie soñaba en poner en duda su autenticidad.
Juana era una joven anglosajona de notable belleza y dotada de gran inteligencia. Desde pequeña sentía una profunda vocación por el conocimiento, experiencia,…por ello se refugió en los conventos que junto a los  monasterios, constituían el centro intelectual de la edad media. Por otra parte, aunque no sea de dominio público, las mujeres desempeñaban en ellos un importante papel.
Aunque los testimonios son muy escasos, se conoce la cultura de algunas abadesas por su correspondencia, por ejemplo la que mantuvo la abadesa de Minster  (Isla de Thanet, Inglaterra) con el apóstol de los Sajones, San Bonifacio.
Como también puedo citar un ejemplo de un manuscrito de principios del siglo IX copiado por ocho religiosas que lo firmarían con sus nombres, dedicándolo al arzobispo de Colonia.
En el año 800, Carlomagno había sido coronado emperador por el Papa. Existían vínculos muy estrechos entre el poder temporal y el poder espiritual. Carlomagno, cuyo propósito era promocionar una sólida formación a los funcionarios de su Imperio, deseaba a su vez que su pueblo recibiera una educación religiosa. Para ello puso en práctica todos sus deseos, invitó a los monasterios a impartir esas  enseñanzas. En principio fueron los benedictinos los que se dedicaron a esta tarea.
El siglo que vivió Juana, el siglo IX, fue una época extremadamente violenta y agitada.
En ese momento Occidente estaba amenazado por invasores que aparecían por todos los puntos cardinales amenazando el imperio carolingio por parte de árabes, húngaros, escandinavos…
Juana vivió, rodeada de terror, temor y angustia. Todos los que la conocieron sintieron que pertenecía a la raza de los conquistadores. Sin duda, resultaba fácil imaginarla como Reina o Emperatriz, desde luego su destino sería excepcional, ciertamente, pero pagaría un elevado precio por el escándalo.
En el tarot está siempre presente, así como la leyenda de la ramera de Babilonia. 
Vivió primero en Atenas, donde frecuentó un convento de benedictinos para perfeccionar su educación. En aquellos tiempos, los conventos mantenían relaciones muy activas entre sí, a menudo para reconstruir sus bibliotecas que casi siempre resultaban destruidas por algún ataque bárbaro.
Juana se enamoró de uno de sus maestros, quien a su vez quedó seducido por sus aptitudes intelectuales antes de ceder al atractivo de su belleza. Para permanecer con su amante, Juana abandonó su apariencia femenina: la deslumbrante jovencita se transformó en un monje austero, vestido de tela basta y tonsurado. Tomó las órdenes con el nombre de Juan el Inglés, y pudo consagrar su vida al estudio y  al amor.
Su inteligencia se vio completada, entonces, por un saber enciclopédico. Ninguno de los viejos textos que los monjes copiaban guardaba secretos para ella. Tampoco descuidaba otros dominios del saber, como la naturaleza, ciencias, metafísica…incluso leyó todos los tratados árabes de la época.
El monje que era amante de Juana murió. Para sobreponerse a su pena, ella se sumergió con mayor ardor en los estudios. Su reputación no dejaba de crecer. Venían  a consultarla, esperando sus juiciosos consejos, fruto de su sabiduría y conocimientos. Sin duda esa fue la razón que la llevó  a abandonar el convento y dirigirse a Roma. Aunque existen algunas versiones diferentes respecto a esa partida.
Al poco tiempo de haber llegado a la ciudad que se consideraba la capital de la cristiandad, que pretendía dar el tono de la actitud moral que debía ser observada en todo el Occidente cristiano, una mujer que ya había engañado durante  muchos años a los monjes benedictinos de Atenas fue elegida Papa y subió al trono de San Pedro. El hecho resulta aún más asombroso por que el soberano pontífice era, en general, candidato de una u otra facción, peón de las luchas para alcanzar el poder.
Juana sucedió a León IV y tomó el nombre de Juan VIII. Algunas versiones precisan incluso la duración exacta que tuvo su pontificado: dos años, un mes y cuatro días entre 855 y 858.
Juana hizo gala de su brillante capacidad en el ejercicio de su cargo. Nadie sospechaba que la mitra papal reposaba sobre una cabeza femenina.
¿Cómo traicionó su secreto, si cuantos la rodeaban habían sido engañados?
Como sus funciones papales no habían disminuido, se rodeó de numerosos clérigos, notables por su cultura, incluso les hizo venir desde lejanos monasterios para que enseñen sus cualidades éticas e intelectuales.
Juana, tras haber vestido el hábito monacal y renunciar a su feminidad, fue inesperadamente seducida por el encanto y la erudición de un joven clérigo. Sus gustos comunes le acercaron el uno al otro, tal como sucedió cuando estaba en Atenas. Juana luchó contra la inclinación intempestiva  pero cedió a sus sentimientos: dio libre curso a su pasión, cometiendo las más locas imprudencias.
Y pronto quedó embarazada…
¿Iba un Papa a ser madre? ¿Podía ser madre? El escándalo prometía estar a la altura de la sorpresa que seguramente causaría el acontecimiento.
La papisa Juana dando luz en plena procesión.

Para Juana “la Papisa”, era impensable que el mundo se enterara de que era una mujer.
Por lo tanto disimuló su embarazo. Pero en el transcurso de una procesión a la que no pudo sustraerse, aunque ya sentía fuertes dolores, se derrumbó y dio luz a un niño.
La comunidad, sorprendida al principio por su indisposición, se sintió después escandalizada. Una ola de murmullos y exclamaciones ahogó los gritos de la joven parturienta. Detenida de inmediato, fue arrojada a una celda del castillo de Sant´Angelo. Había que sofocar el escándalo lo antes posible y disolver la agitación que el hecho había suscitado.
El niño desapareció, probablemente degollado, el joven clérigo, desesperado se arrojó desde lo alto de una muralla.
Juana, abrumada por el dolor y la vergüenza, calificada con los términos más humillantes por parte de la iglesia, falleció con el mayor de los secretos, sin haber vuelto a ver la luz del día, las circunstancias de su muerte varían según versiones, unas a causa de depresión, otras degollada, ignorando su lugar enterramiento incluso encontramos algunas que aseguran que fue emparedada en el castillo.
En el camino que habría recorrido la procesión habría una estatua que representaba a una madre y su hijo; todos la interpretaron como la representación de la papisa maldita y del fruto de sus sacrílegos amores. A partir de ese día las procesiones ya no recorrieron el camino fatal.
La Papisa Juana, ¿Fue producto de la imaginación de un cronista anónimo y genial o, efectivamente, una mujer ocupó el trono de la cristiandad?
Ciertos puntos no cuadran correctamente, como los años de su nombramiento como papa,pero contaremos una historia recogida en diferentes datos escritos de varios textos, que quizá puedan atribuirse al caso.
Durante los siglos IX y X, Roma vivió en una etapa oscura y confusa de su historia. Existen muy pocos textos de historiadores italianos. Sin embargo un cronista, el obispo Liutprando de Cremona, embajador del emperador Otón, cuenta que dos mujeres, primero la madre y después la hija, que pertenecía a la familia de los Teofilactos, dominaron el papado durante el siglo X: “…En un momento dado, una prostituta desprovista de vergüenza, llamada Teodora, fue el único monarca de Roma. Y aunque cause vergüenza escribirlo, ejerció el poder como un hombre. Tenía dos hijas, Marozia y Teodora, que no sólo la igualaron sino que la superaron en las prácticas amadas por Venus (Antanapodisis, cap. XLVIII)”
Los escritos de Liutprando desenredar un poco el laberinto del siglo X. Pero, aun alabando la brillantez de sus textos, hay que deplorar sus prejuicios, que deforman mucho la realidad. Se puede pensar que Mazoria sirvió de modelo para la legendaria papisa Juana.
Liutprando la describe como una mujer de extraordinaria belleza, que la acusa de abusar de sus encantos con fines políticos, la califica, según él, de brutal, vengativa, pervertida y pérfida. Pese a la descripción le añade un alto valor de su capacidad de inteligencia.
Mazoria era hija de Teofilacto. Su padre era natural de Tusculum, una pequeña ciudad etrusca de la periferia de Roma. Era senador, jefe de los efectivos municipales y pertenecía al colegio de jueces nombrado por el emperador. El papa Sergio III se enamoró de Mazoria cuando esta era una niña. La hizo su amante con el tiempo y la joven le dio un hijo, Juan.
Teodora, la esposa de Teofilacto, suplantó al papa en la dirección de la ciudad.
Sergio III.
A partir del año 900, el nombre de Teodora era el que con más frecuencia aparecía en los anales. El verdadero amo de Roma era Sergio III, pero muy influido por Teodora. La belleza de Mazoria parecía ser la mejor garantía de la alianza entre el pontífice y la senadora. Cuando Sergio III murió en 911, a Teodora se le presentó la ocasión de acceder al poder.
Tuvo mucho amantes, casi siempre por móviles  políticos. Un joven clérigo de Rávena se vio obligado por ella a ir a Roma con frecuencia, que fue compensado después por Teodora ascendiendo a su amante hasta el cargo de arzobispo de Ravena.
Después de la muerte del papa Sergio III, Teodora había facilitado la ascensión al trono pontificio de dos personajes dóciles e insustanciales. Cuando fue necesario proceder a una nueva elección, Teodora sufría porque veía menos a su amante, retenido en Ravena, lo impuso como papa. Tomo el nombre de Juan X.
La senadora concedió, además, la mano de su hija Mazoria a Alberico, marqués de Camerino, un profesional de la guerra que había adquirido tierras y poderío por medio de la espada. Introducido en los medios allegados a la senadora, pronto supo hacerse indispensable, hasta el punto que para retenerlo en Roma, Teodora le convirtió en yerno. Mazoria trajo al mundo un hijo al que le puso el nombre de su padre. Las aventuras de Teodora y su hija eran de domino público. Estos dos nombres junto al de Alberico compartían el poder.
La amenaza sarracena estaba cerca de las puertas de Roma, había que actuar o caería toda Italia bajo el dominio del Islam.
Se firmaron unas alianzas con los estados vecinos de Roma, colocando a Alberico al frente de un ejército, logrando aplastar al enemigo. A la vuelta fue recibido como un héroe.
En el curso de los años siguientes entró en escena Mazoria. Se ignora como terminaron sus días Teodora y Teofilacto. ¿Asesinados? ¿Envenenados? ¿Exiliados? Alberico por su parte, era algo que incomodaba tras su victoria contra los sarracenos, logró demasiada popularidad y podía ser un problema. Mazoria necesitaba disponer campo libre para llevar a cabo sus proyectos. En el año 926, consigue su objetivo, eliminar a Alberico.
Mazoria tenía la esperanza de facilitar el acceso de Juan, el hijo que obtuvo con Sergio III, al trono pontificio, manteniendo al margen a su hijo menor.
El papa Juan X, no ignoraba los deseos de Mazoria, la odiaba incluso, pidió ayuda a Hugues de Arles, quien contaba con sólidos apoyos en la Provenza. El papa buscaba alianzas, ya que no dudaba que su enemiga estaba dispuesta a todo, incluido el asesinato, para alcanzar sus propósitos.
Juan X se reunió con Hugues en Ravena, aprovechándose de los delirios de grandeza del personaje lo propuso coronarle rey de Italia.
Las negociaciones fueron lentas, y Mazoria estropeó el proyecto proponiendo el matrimonio a Gui, un señor Toscano, pero muy próximo a Hugues de Arles.
Miniatura del Decameron de Boccacio.
Con la ayuda de nuevo esposo se apoderó del centro estratégico de Roma, el castillo de Sant´Angelo. Juan X, se rodeó de una guardia de élite para su seguridad, pero fue en vano, en una revuelta en 928, el papa fue encerrado en una celda del castillo, o asesinado.
Tres años después, el hijo de Mazoria era el nuevo papa, con tan sólo veinte años…La senadora además se desembarazó de su marido que se había vuelto molesto, y siguió apartado de sus proyectos a su segundo hijo.
Pero existía un último obstáculo para el poder absoluto, Hugues de Arles había sido consagrado por el difunto papa Juan X rey de Italia, una corona que ansiaba colocar legalmente en la cabeza de su hijo, el papa.
Que mejor arma que utilizar sus dotes de seducción, en cayó Hugues de Arles cuando lo invitó a Roma, sabiendo que era bastante libertino. Aceptó la propuesta de matrimonio. Sin embargo existía un nuevo obstáculo para su boda: estaban casados ambos había que ingeniar algo.
La esposa de Hugues falleció muy oportunamente en extrañas circunstancias, al tiempo que calificó  a Gui, esposo de Mazoria, de nacer ilegalmente, acusó de madre de adulterio, poniendo en tela de juicio su legitimidad.
Hugues de Arles le hizo detener, encerrándolo, después de sufrir una de las torturas más crueles que estaban reservadas a los presos políticos: reventarle los ojos.
Ya nada se interponía al matrimonio, el papa Juan los casó, cada cónyuge sabía que tenían las manos manchadas de sangre.
Pero nunca esperaban la reacción de su segundo e humillado hijo por parte de Mazoria, que se negó  a atender a Hugues de Arles. El nuevo esposo de Mazoria, le golpeó sin piedad, logrando escapar de sus manos, arengó después a la ciudad de Roma recordando a su legítimo padre, Alberico, las hazañas que realizó la ciudad, consiguiendo al tiempo desencadenar un auténtico motín, consiguió sitiar el castillo, Hugues de Arles huyó con su ejército, abandonando a Mazoria, los amotinados lograron convencer a los defensores del castillo de su segura derrota e hicieron prisionera a Mazoria.
Juana y su amante condenados en el infierno.
La senadora, fue juzgada, se la arrastró a los sótanos del castillo donde recibió un castigo terrible para su cuerpo y alma, fue emparedada.
Alberico gobernaría después en Roma durante veinte años, donde el desenfreno y descontrol campaba  a sus anchas, logrando imponer orden, incluso privó a su hermano Juan XI de poder temporal, que el mismo ejerció con autoridad y rigor.
La dignidad papal volvió a ser intachable. Pero todo volvería a ser puesto en tela de juicio, cuando el nieto de Alberico, Octaviano, se tocó con la tiara de papa con el nombre de Juan XII…
De esta historia es más que probable que fuera  la asombrosa personalidad de Mazoria lo que inspiró el mito de la “papisa Juana”.
La leyenda de la “papisa Juana” empezó a ser cuestionada. Los medievalistas se dedicaron a este misterio y estudiaron todos los textos que pudieran proporcionar pistas fiables y aclaratorias.
Los escasos textos que han llegado hasta nosotros dejan suponer que Mazoria sirvió de modelo a Juana. De todas maneras, teniendo en cuenta la pobreza de la historiografía, nada prueba que la leyenda no se haya inspirado en algún documento de un cronista desconocido cuyos rastros se habrían perdido…
Entonces, os pregunto, ¿Se sentó realmente alguna mujer en el trono de San Pedro? ¿O sólo es una leyenda que se arrastra hasta nuestros días desde la edad media?...

Os dejo un breve e interesante audio emitido en el programa "Otros Mundos", que dirige y presenta Javier Belmar, dónde Eric Frattini nos contará más detalles  sobre la "Papisa Juana", así como otros secretos de los Papas a lo largo de la historia.