...A mediados del siglo XIX, en una pintoresca colina cercana al río Vístula, en Polonia, un grupo de gente joven estaban celebrando con música y danzas tradicionales la terminación de la cosecha, todo ello con bebida en abundancia como gran cantidad de comida, nadie se privaba de nada.
Y entonces, en el momento álgido de la diversión, un aullido terrible, de esos que hielan la sangre al más pintado, resonó con una fuerza en el valle que hizo a los participantes correr en dirección de la procedencia del grito y descubrieron, horrorizados, que un enorme lobo había cogido a una de las muchachas que participaban en la fiesta, una joven que acababa de prometerse en matrimonio y trataba de llevársela. Su novio había desaparecido.
Los hombres más osados y valientes persiguieron al lobo y llegaron a enfrentarse a él. Pero el lobo furioso, echando espuma por la boca, dejó caer su presa humana y se colocó sobre ella, dispuesto a luchar. Algunos participantes de la fiesta optaron por correr a sus casas para traer sus armas de fuego, pero el lobo volvió a coger su presa y se perdió en un bosque cercano, perdiendo la pista aquellos que trataron de perseguirle.
Pasaron muchos años, y en otra fiesta de la cosecha, en la misma zona, un anciano solitario se acercó a ver de cerca esas vistosas actividades. Le invitaron a participar en las celebraciones, pero el anciano, triste y muy reservado, prefirió sentarse para beber en soledad y en silencio. Un campesino de edad similar se le acercó, lo observó, le miró a los ojos, con una emoción entusiasmada, le preguntó: Czy jesteś, Jan? (¿Eres tú, Juan? ).
El desconocido anciano asintió, el campesino reconoció que era su hermano mayor que desapareció años atrás. Esta anécdota hizo que muchos se acercaran a escuchar que pasó con su desaparición en la zona, querían conocer su relato. Les contó que, tras haber sido transformado en lobo por un hechicero, se había llevado a su novia de esa misma colina durante la fiesta de la cosecha y había vivido con ella ocultos en el bosque cercano durante casi un año, hasta que la muchacha falleció.
"Desde aquel momento, salvaje y furioso, ataqué a hombres, mujeres, niños...destruí a todos los animales que se me cruzaron. No he podido borrar mi rastro de sangre."
En ese momento les enseñó las manos, ocultas siempre en unos bolsillos, que estaban cubiertas de manchas de sangre...
"Hace unos cuatro años, continuó relatando, recuperé mi forma humana y desde entonces he andado errante por los bosques. Quería volver a veros, ver la casa y el pueblo donde nací y crecí. Después de eso...bueno, volveré a ser un lobo."
No había terminado de decir esta última frase, cuando se transformó en lobo, corrió desesperado ante los atónitos campesinos en dirección del bosque, y no volvió a ser visto después...
Esta breve historia tiene un cierto aire de cuento de hadas, y hace difícil tomarla en serio, quizá los excesos de la bebida durante la fiesta trastornó la imaginación de aquellos habitantes, posiblemente el narrador de esta historia fue agregando detalles de todos los testimonios, convirtiendo el suceso en una leyenda urbana, sin embargo, como suceden en la mayoría de las historias de hombres lobo, los historiadores, especialistas en mitos, psicólogos...lo consideran en hecho real. El problema es separar los hechos de los disparates.
El origen de la superstición de los hombres lobo, la transformación de un ser humano en un animal, nuca ha sido explicada de forma que satisfaga a todos.
El historiador griego que vivió en el siglo V a.C., Heródoto, narra que los griegos y los escitas que vivían en las costas del mar Negro consideraban magos a los nativos de aquella zona: creían que esos seres extraordinarios se transformaban en lobos durante unos días cada año. Habla de la existencia de una raza de hombres que podían transformarse a voluntad tomando la forma de lobos, cuando lo deseaban, recobrar la forma original.
En aquellos tiempos, el hombre lobo era considerado como un ser humano poseído por un deseo antinatural de carne humana que por artes mágicas, había encontrado la manera de tomar, a voluntad, la forma de un lobo hambriento, con el objeto de aplacar con mayor rapidez ese horrible apetito. Los sabios de la antigüedad creían que, una vez transformado, el hombre lobo poseía la fuerza y astucia del lobo salvaje, pero conservaba la voz y ojos humanos, gracias a lo cual se le podía reconocer.
La transformación del ser humano en lobo aparece en la literatura romana como arte de magia. Virgilio, que vivió en el siglo I a.C., es posiblemente, el primer autor latino que menciona esta superstición. Fue seguido por Propercio, Servio y Petronio. Este último, responsable de espectáculos en la corte de Nerón, cuenta una interesante historia de hombres lobo en su novela "El satiricón".
Algunas de las traducciones griegas y romanas consideran la transformación de un hombre en lobo como un castigo por sacrificar una víctima humana a un dios. En esas ocasiones, cuenta Plinio el joven ( 61-113), la víctima era llevada a la orilla de un lago y, después de nadar hasta el lado opuesto, se transformaba en lobo. En esta condición, recorría los campos con otros hombres lobo durante nueve años. Si durante este periodo se abstenía de comer carne humana, recobraba su forma original que, sin embargo, no había quedada dispensada de los estragos del paso del tiempo.
Otro ejemplo mitológico de transformación en hombre lobo como castigo del pecado fue registrado por Ovidio (43 aC- 18 dC) en su escrito conocido como "Metamorfosis". En él, Ovidio cuenta leyendas de transformaciones milagrosas desde la creación hasta la época del mandato de Julio César. El poeta romano cuenta como Licaón, mítico rey de Arcadia, se atrevió a poner a prueba la omnisciencia de Júpiter, presentándole un plato con carne humana. Por ese crimen Júpiter le transformo inmediatamente en lobo, y Licaón se convirtió en eterna fuente de terror para sus súbditos. Y aún en tiempos posteriores a Licaón, según una tradición recogida por Platón y por Pausanias, sucedieron transformaciones similares sucedidas en el mismo lugar.
Los métodos utilizados por los hombre-lobo para realizar sus transformaciones diferían mucho. A veces, el cambio era espontáneo e incontrolable; a veces, como en las transformaciones descritas en las sagas escandinavas e islandesas, se lograban simplemente con colocarse la piel de un lobo real. Pero en muchos casos, lo único que se necesitaba era la intervención de un hechizo que, aunque no provocaba ningún cambio en el cuerpo humano, hacía que cuantos lo veían imaginaran que estaba en presencia de un lobo. Algunos de los que se transformaban afirmaban que sólo podían recobrar la forma humana por medio de ciertas medicinas o hierbas, como acónito o cicuta, o usando diferentes ungüentos, como hicieron los hombres lobo escandinavos y de la zona centroeuropea a partir del siglo XV.
Tan profunda era la creencia en los hombres-lobo, que en los siglos XV y XVI se los consideraba en toda Europa como equivalentes a los hechiceros y las brujas, y cualquiera que fuese sospechoso de ser un hombre-lobo era quemado o colgado con la mayor crueldad, especialmente en Francia y Alemania. Como explica el autor de "Las psicosis" (Elton B. McNeil, 1970) al comentar aquella época de flagelaciones, tarantismo, histerias masivas, fantasías hipocondríacas, alucinaciones, hechizos y hombres-lobo:
"...estas actitudes reflejaban una psicología influida por la creencia de que "los dioses enloquecen a quienes quieren destruir." La locura, como expresión de la voluntad de Dios, se convirtió en una epidemia. Su cura consistía en un ritual religioso cuyo propósito era usar los psicóticos como blanco de persecución religiosa y reafirma el valor de los benditos, inocentes y puros. Eran benditos quiénes denunciaban a las personas que habían vendido su alma al diablo. La clásica "caza de brujas" fue un subproducto de la búsqueda de la salvación..."
La caza de hombres-lobo fue una manifestación del mismo tipo de sentimiento religioso; los juicios de brujas y los juicios de hombres-lobo están interrelacionados. Es en Francia, país de brujas, donde son más frecuentes los hombres-lobo. En un período de algo más de 100 años, entre 1520 y 1630, en Francia se registraron nada menos que 30.000 casos de licantropía, hecho documentado en las actas de juicios de hombres-lobo que se conservan en los archivos públicos.
En 1573, en Dole, cerca de la ciudad de Dijon (Francia), un hombre-lobo llamado Grilles Garnier fue acusado de devastar la campiña, devorar niños pequeños, tras confesar sus crímenes, ardió en la hoguera.
Unos años después, en 1598, en una zona desolada y desierta cerca de Caude (Francia), unos campesinos tropezaron con el cadáver mutilado de un joven de 15 años. Un par de lobos que habían estado devorando el cadáver huyeron hacia unos matorrales, los campesinos les persiguieron para dar caza y casi de inmediato, encontraron un hombre medio desnudo acurrucado en los matorrales con cabellos largos, barba descuidada y unas uñas demasiado largas, parecían garras, manchadas de sangre fresca y restos de carne humana.
El hombre, Jacques Rollet, era una persona débil mentalmente, que padecía apetitos caníbales. Estaba desgarrando parte del cuerpo de ese muchacho cuando fue sorprendido por los campesinos. Es imposible determinar si aparecieron o no los lobos en ese caso, o si en aquella salvaje imagen fue fruto de la imaginación de aquellos campesinos. Pero lo cierto es que Rollet creía ser un lobo, y mató además de devorar a varias personas bajo la influencia de esa alucinación. Fue sentenciado a muerte, pero los tribunales de París anularon la sentencia y le encerraron, caritativamente, en un manicomio, una institución donde hubiera debido terminar sus días la mayor parte de los hombres-lobo, en vez de ser ajusticiados.
Otro caso significativo ocurrió a principios del siglo XVIII. Jean Grenier era un muchacho de apenas 13 años, retrasado mentalmente y una fisionomía canina muy marcada: sus mandíbulas sobresalían y se le veían los colmillos debajo del labio superior. Creía ser un hombre-lobo. Una tarde aterrorizó a las niñas diciéndoles que, en cuanto se pusiera el sol, se convertiría en lobo y las devoraría.
Pocos días después, una niña que había ido a cuidar ovejas por la noche fue atacada por una criatura que, en su pavor, confundió con un lobo, pero que era, como se supo después, Jean Grenier. La niña lo golpeó con su cayado y huyó.
Cuando este prestó declaración ante el tribunal de Burdeos, confesó que dos años antes se había encontrado con el diablo en el bosque, había firmado un pacto con él y había recibido una piel de lobo. Desde entonces ha estado vagando como un lobo después de cada puesta del sol, volviendo a su forma humana durante el día.
El mismo muchacho, Jean Grenier, confesó también que había matado y comido a varios niños que había encontrado solos en el campo, y en cierta ocasión había entrado en una casa y se había llevado a un bebé de su cuna.
Una cuidadosa investigación del tribunal probó que esas declaraciones eran ciertas, por lo menos en lo que se refería al canibalismo.
No hubo dudas de que los niños desaparecidos habían sido engullidos, devorados, por Jean Grenier, tampoco de que el pobre muchacho retrasado estaba firmemente convencido de que era un lobo.
En los tiempos más recientes, el fenómeno de los hombres-lobo se ha situado en el reino de la realidad subjetiva, pero sin perder nada de su horror. Se decía que tres hombres-lobo frecuentaban la zona boscosa de las Ardenas en Bélgica, justo antes de la primera guerra mundial; en la misma época, en Escocia se rumoreaba que un pastor ermitaño de Invernesshire era un hombre-lobo. En 1925 un pueblo entero cerca de Estrasburgo, declaró que un personaje era un hombre-lobo, cinco años después, otro caso de licantropía asoló y aterrorizó la localidad Bourg-la-Reine.
En 1949, en Roma, las autoridades policiales tuvieron que investigar la extraña conducta de un hombre que padecía alucinaciones: perdía el control cuando la luna estaba llena y emitía terribles aullidos y aterradores.
Las leyendas, casos y sucesos relacionados con el hombre-lobo saltan al otro lado del Atlántico. En Estados Unidos, en 1946, una reserva de indios navajos padeció con frecuencia las tropelías de una bestia asesina a quien muchos los consideraban un hombre-lobo (las tradiciones de los navajos incluyen muchas historias relacionadas con hombres-lobo).
Incluso en Singapur, en 1957, también tuvo que intervenir la policía para investigar un suceso: las ocupantes de una residencia de enfermeras sufrieron una larga serie de ataques. El testimonio de una enfermera lo describe: "..Una cara horrible y peluda, con grandes colmillos salientes que la miraba fijamente...".
El misterio de estos ataques nunca fue resuelto, como tampoco fue solucionado el caso de una colegial de 16 años de Rosario do Sul (Brasil), aseguraba que sufría terribles visiones y demonios, creía que el espíritu de un lobo se apoderaba de ella y la dominaba.
En 1975, los diarios británicos (ya sabemos que son muy sensacionalistas), se llenaron sus páginas de los informes acerca de un joven de 17 años de Eccleshall. Creía que se estaba transformando en hombre-lobo, para ello, puso fin a sus padecimientos mentales clavándose un cuchillo en el corazón. Uno de los compañeros de este joven, relató a un investigador del caso que le llamó por teléfono antes de morir, cuenta el testigo: "...me dijo que su cara y sus manos estaban cambiando de color y que se estaba transformando en lobo. Calló y después sólo escuchaba gruñidos.."
Como podemos observar en este dossier, así como algunos sucesos casi desconocidos para la mayoría, la tradición de los hombres-lobo se apoya en la ignorancia y las alucinaciones, pero no podemos negar que la influencia siempre ha sido extraordinariamente poderosa.
Muchos de estos casos de hombres-lobo relatados aquí han sido explicados como casos de locura o víctimas de enfermedades mentales, pero pese a ello muchos siguen preguntando: ¿existen o existieron realmente los hombres-lobo?
Aunque los antiguos griegos y romanos, y hasta cierto punto los árabes, creían en la existencia ocasional, localizada, de hombres-lobo, la situación era muy diferente en la Europa de la Edad Media, época que suponía que el proceso de transformación de la persona en bestia era un fenómeno cotidiano. Todavía en estas fechas, en pleno siglo XXI, algunas regiones no han perdido esta superstición, y en su cultura se sigue respirando ese misterio.
Por citar un ejemplo en las regiones interiores de Argentina y Uruguay subsiste todavía la creencia de que el séptimo hijo varón es siempre un "lobisón", un hombre que se convierte en lobo los días de luna llena, incluso se ha llegado a un punto de rareza que el gobierno argentino debía apadrinar estos niños en un intento de contrarrestar su mal congénito. En nuestra verde Galicia sigue muy arraigadas estas leyendas, como la de las meigas, y la prueba de ello es el cénit alcanzado con el célebre caso de Romasanta. En áreas como Escandinavia o la región central de Alemania, o la mítico región francesa de Gevaudan no ha desaparecido del todo esta creencia, si no se lo creen, visite estas zonas, converse con sus genuinos habitantes y le harán cambiar de parecer. ¿Cuál puede ser el origen de un fenómeno tan universal y tan vivo?
Probablemente se trata de un origen mítico, que no deja de presentar también elementos históricos, demoníacos y psicológicos. La ciencia moderna halla en el tema de hombres-lobo pocos elementos fácilmente explicables, y muchos realmente inexplicables; esto no resulta extraño, pues esta superstición que se remonta a un período de mil años anterior a nuestra era, contiene muchos elementos imposibles de racionalizar por el pensamiento moderno.
A lo largo de los siglos, el desarrollo social del ser humano ha reforzado todos los sentimientos benevolentes que nos distinguen de los animales. Por consiguiente, nuestros primitivos impulsos bestiales se están extinguiendo por completo por falta de ejercicio, o están desapareciendo por efecto de las leyes. Pero este proceso que nos transforma de unos salvajes primitivos en personas a las que se llama civilizadas, es muy lento, y de vez en cuando se producen casos de lo que los psicólogos denominan atavismo, es decir, reversión de un tipo ancestral de carácter.
De vez en cuando, nacen países civilizados personas dotadas de apetitos y aficiones bestiales, que se deleitan en la más refinada crueldad y a las que les llega a gustar la carne humana. La psicología moderna sabe cómo clasificar y explicar estos casos anormales, más para la mente medieval, nada científica y altamente susceptible, sólo podían justificarse como obras del diablo.
Por tanto, tal vez no haya nada de extraño en el hecho de que en una época en que la transformación de personas en lobos era una noción fácilmente admisible, estos monstruos de crueldad y depravado apetito fuesen considerados como capaces de asumir formas de bestias.
Al avanzar la civilización, tales mitos desaparecen junto con los animales que los originaron. Un claro ejemplo son los indios sioux de Dakota, estos creían firmemente en la aparición de un animal monstruoso que devoraba seres humanos, sin embargo, hoy en día, piensan de una manera diferente, tras olvidar su antigua mitología, comprenden que la superstición de sus antepasados surgió de la visión de unos simples huesos de mastodontes prehistóricos que encontraban con frecuencia en las llanuras.
El punto de partida de la superstición del hombre-lobo es probablemente una costumbre de las sociedades primitivas; ésta consistía en disfrazarse de animales para explorar terrenos. Como los lobos, merodeaban en busca de alimento, y es lógico pensar que las informaciones sobre ellos debían representarlos como poseedores, en sus disfraces, de todas las propiedades feroces del animal al que imitaban y, finalmente, incluso la de poder asumir forma de animal, completa o parcial, durante períodos más o menos largos.
La transformación en lobo en Europa es causada por una camisa o faja confeccionada con piel de lobo, una supervivencia de la capa o manto que originariamente se cubría todo el cuerpo.
El mencionado caso de Jean Grenier marca el comienzo de una nueva y significativa aproximación al fenómeno del hombre-lobo. Los jueces, ante la dificultad de ignorar los alegatos cada vez más enérgicos de los médicos, llegaron a convencerse de que muchos de los presuntos hombres-lobo eran de hecho enfermos que sufrían formas de alucinación mental, una forma de locura que en nada aliviaban las potentes drogas y hechizos a los que se sometían tales pacientes.
Data de esta época (siglo XVII), la división legal y médica de las personas afectadas por alucinaciones de tipo animal en dos categorías bien diferenciadas: hombres-lobo y licántropos. El primero era la criatura mítica, la segunda el enfermo mental.
En todo Europa los eruditos comenzaban a aplicar nuevas definiciones a la enfermedad. En el tratado médico de un clérigo inglés (The anatomy of melancholy, 1621, Robert Burton), lo calificaba de simplemente "locura lobuna". En el médico de Felipe II, Alfonso Ponce de Santa Cruz, equiparó la enfermedad con un síntoma de humor melancólico, un producto de la bilis que, según creían los médicos medievales de su época, atacaba el cerebro.
Hoy en día, los médicos consideran los aspectos alucinatorios de la licantropía como de origen psicológico, al parecer, la hipocondría puede convertirse a veces en licantropía. Un reciente manual de historia de la psiquiatría ofrece un inquietante relato sobre un paciente de 30 años de edad:
"...primero se sumió en la melancolía y después presentó una monomanía que le hacía creer que se había transformado en lobo; huyó de los hombres y buscó refugio en los montes, donde pasaba la noche aullando, visitando el cementerio e invocando a los muertos del lugar...".
No resulta difícil imaginar cómo, en el todavía poco ilustrado siglo XVII, a los presos víctimas de demencia alucinatoria se les podía persuadir para que "confesaran" llanamente historias de hechos sangrientos y metamorfosis de seres humanos en lobos. No cabe la menor duda de que miles de personas fueron ejecutadas a causa de la creencia popular en los hombres-lobo, pero ello en un ejemplo más de cómo la superstición convierte una enfermedad en alimento con el que saciar su afán de crueldad. Es también un monumento a la más supina ignorancia.
Pero volviendo a otras cuestiones más recientes, Robert Eisler en su publicación "Man in wolf, (1951)", nos hace una fascinante observación sobre Adolf Hitler. Hace referencia a la enfermedad de la licantropía en el Führer, según el autor "mordía la alfombra en sus accesos de rabia. Si las historias sobre las crisis de rabia de Hitler son ciertas, parece como si se tratara de estados maníacos licantrópicos."
Licantropía y hombres-lobo constituyen evidentemente un tema complejo, plagado de trampas, y para comprenderlo a fondo hay que tener en cuenta cuestiones como la magia negra, el canibalismo, la demencia, la credulidad, los bajos niveles de inteligencia, el sadismo, la embriaguez, la fantasía, la proyección astral, los alucinógenos...y la rabia. La medicina de la antigüedad pudo haber confundido fácilmente la forma licantrópica de la psicosis con la rabia canina contagiosa, transmisible a los perros por mordeduras de lobo y al hombre por mordeduras de perro, y que mueve a estos contagiados a morder a todo ser que se ponga a su alcance, difundiendo con ello una terrible enfermedad.
Durante miles de años, el factor principal para identificar a un hombre-lobo era la espuma en la boca, síntoma que también identifica al ser humano víctima de la hidrofobia. Por tanto, cuando el poeta romano Ovidio explica la transformación de Licaón en lobo, con seguridad explica su descripción en un lobo rabioso o en un hombre atacado por la rabia? Dice al respecto:
"En vano intentó hablar; desde aquel mismo instante
Sus mandíbulas se cubrieron de baba, y su sed sólo podía saciarla
La sangre."
Ovidio habla, en realidad, de un hombre-lobo. De acuerdo con la tradición, la mordedura de uno de ellos convierte a la víctima en lobo, y ser mordido por un lobo rabioso transmite a la víctima la rabia. Imagínese el dilema de un rústico, para el cual un lobo rabioso no era sino un hombre-lobo rabioso, e imagínese su terror si era atacado por el animal enfermo y después aparecían los síntomas de la rabia. Para quiénes lo observaban, él era ya otro hombre-lobo.
Actualmente, algunos científicos no han descartado por completo la posibilidad de que hayan existido en realidad hombres-lobo; cabe todavía preguntarse si, en realidad, es razonable suponer que la leyenda, si no está basada en hechos, pueda sustentarse gracias tan sólo la fantasía. Y si nada hay de cierto en esta creencia perenne en la metamorfosis animal, ¿Por qué científicos y médicos doctos le han dedicado tanto estudio en todas las épocas?...
Cuidado que hay luna llena, la niebla se hace más intensa, y la sensación de estar vigilado se hace más agobiante,...un gruñido... ¿Que será?
AB&MP INVESTIGACIONES PARANORMALES
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